jueves, 24 de octubre de 2019

La radio vive


La radio vive. Me lo contó alguien, no recuerdo quién.
Me quedé dormido y me lo susurró una voz. Mira hacia las estrellas, escuché, la radio es inmortal. Todo perecerá, pero suspira por la radio, porque allí seguirá, entre las ruinas del Fin del Mundo; mientras las pérfidas, laboriosas cucarachas se adueñan del planeta, un olvidado transistor sonará. El locutor habrá muerto, jamás el hilo musical que dejó prendido. Smooth operator y Careless whisper, melodías para el Apocalipsis.
Melodías, melodías. El sueño cambió y soñé con el legendario Radio City Music Hall. Las ondas y los grandes micrófonos retransmitían glamour para un país en crisis desde el corazón de Nueva York. En los años treinta del siglo pasado, Hollywood crecía. Era inevitable adorarlo. Las suaves caricias de sus estrellas, sus amoríos, sus melodías de Broadway, también se contaban por la radio. Porque entonces la radio contaba el mundo, las guerras verdaderas, las invasiones alienígenas de Orson Welles, los conciertos de Brandeburgo, los más emocionantes seriales y la paz, por fin se firmó la paz.


El cine le robó el corazón a la radio; la televisión se llamó su orgullosa asesina. Pero la radio aún vive. Un sueño me dijo que era inmortal, porque todo aquello que cuenta historias está condenado a vivir para siempre.


Dormí de nuevo, con la radio encendida. “Vive para siempre, tú eres la radio inmortal, vuelve a contar historias”. Pero no sé qué escribir, desconozco el modo de regresar, es lo que intenté explicar. Pero la voz se desvaneció, no recibí respuesta, sólo el fffff de la radio cuando no consigue sintonizar.
Soñé y soñé con las estrellas del viejo Hollywood, con chicos guapos, con el Romanticismo, con mis novelas favoritas, con los poetas, con el cine. Soñé con el cine, sí, una y otra vez, con doradas pantallas en blanco y negro y Technicolor. Y la radio, en el duermevela, me vigilaba como una muda esfinge, a punto de decir una verdad fatal.
Un locutor parecía querer algo importante.           


Ffffff. Comienza el blog más glamouroso que hayas hecho nunca, decía, entre un sonido sincopado por la estática, por cierta lejanía. Alguien debería sintonizar mejor esta cadena, pensaba con la lógica del sueño, no oigo bien.
Escribe el blog que quieras leer, creí escuchar, aunque estaba profundamente dormido. Soñaba que era el locutor y el oyente, el durmiente y el escribiente. Soñaba que yo era la Radio Inmortal.


Desperté. No había ninguna radio en la mesilla de noche. Los restos de un té, un libro, el silencio. Pero no olvidé el sueño, fui incapaz.
Y soñé despierto durante días y semanas que había vuelto a mi Manderley, mi bella casa, mi bloguniverso. Quizá este lugar haya muerto hace muchos años, pensé con tristeza, pero sigue siendo un hermoso modo de contar historias. Y todo lo que cuenta historias está condenado a vivir para siempre.
La radio vive, Josito Montez vive, ha nacido este blog. Tendrá todo lo que te gusta, porque son las cosas que yo también adoro. Será el más glamouroso que haya escrito nunca, será el que yo quisiera leer.


Sin mayor agenda que el placer, sin mejor destino que la eternidad.

2 comentarios:

  1. Bienvenido de nuevo a este mundo, porque de nuestras mentes y nuestros corazones nunca te has ido.

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