La radio vive. Me lo contó alguien, no recuerdo
quién.
Me quedé dormido y me lo susurró una voz. Mira hacia las estrellas, escuché, la radio es inmortal. Todo perecerá, pero suspira por la radio, porque allí seguirá, entre las ruinas del Fin del Mundo; mientras las pérfidas, laboriosas cucarachas se adueñan del planeta, un olvidado transistor sonará. El locutor habrá muerto, jamás el hilo musical que dejó prendido. Smooth operator y Careless whisper, melodías para el Apocalipsis.
Me quedé dormido y me lo susurró una voz. Mira hacia las estrellas, escuché, la radio es inmortal. Todo perecerá, pero suspira por la radio, porque allí seguirá, entre las ruinas del Fin del Mundo; mientras las pérfidas, laboriosas cucarachas se adueñan del planeta, un olvidado transistor sonará. El locutor habrá muerto, jamás el hilo musical que dejó prendido. Smooth operator y Careless whisper, melodías para el Apocalipsis.
Melodías,
melodías. El sueño cambió y soñé con el legendario
Radio City Music Hall. Las ondas y los grandes micrófonos retransmitían glamour para un país en crisis desde el corazón de Nueva York. En los años treinta del siglo pasado, Hollywood
crecía. Era inevitable adorarlo. Las suaves caricias de sus estrellas, sus
amoríos, sus melodías de Broadway, también se contaban por la radio. Porque
entonces la radio contaba el mundo, las guerras verdaderas, las invasiones alienígenas de Orson Welles, los conciertos de Brandeburgo, los más emocionantes
seriales y la paz, por fin se firmó la paz.
El
cine le robó el corazón a la radio; la televisión se llamó su orgullosa
asesina. Pero la radio aún vive. Un sueño me dijo que era inmortal, porque todo
aquello que cuenta historias está condenado a vivir para siempre.
Dormí
de nuevo, con la radio encendida. “Vive para siempre, tú eres la radio inmortal,
vuelve a contar historias”. Pero no sé qué escribir, desconozco el modo de regresar, es lo que intenté explicar. Pero la voz se
desvaneció, no recibí respuesta, sólo el fffff de la radio cuando no consigue sintonizar.
Soñé y soñé con las estrellas del viejo Hollywood, con chicos guapos, con el Romanticismo, con mis novelas favoritas, con los poetas, con el cine. Soñé con el cine, sí, una y otra vez, con doradas pantallas en blanco y negro y Technicolor. Y la radio, en el duermevela, me vigilaba como una muda esfinge, a punto de decir una verdad fatal.
Un locutor parecía querer algo importante.
Soñé y soñé con las estrellas del viejo Hollywood, con chicos guapos, con el Romanticismo, con mis novelas favoritas, con los poetas, con el cine. Soñé con el cine, sí, una y otra vez, con doradas pantallas en blanco y negro y Technicolor. Y la radio, en el duermevela, me vigilaba como una muda esfinge, a punto de decir una verdad fatal.
Un locutor parecía querer algo importante.
Ffffff. Comienza
el blog más glamouroso que hayas hecho nunca, decía, entre un sonido sincopado
por la estática, por cierta lejanía. Alguien debería sintonizar mejor esta
cadena, pensaba con la lógica del sueño, no oigo bien.
Escribe el blog que quieras leer, creí escuchar, aunque estaba profundamente dormido. Soñaba que era el locutor y el oyente, el durmiente y el escribiente. Soñaba que yo era la Radio Inmortal.
Escribe el blog que quieras leer, creí escuchar, aunque estaba profundamente dormido. Soñaba que era el locutor y el oyente, el durmiente y el escribiente. Soñaba que yo era la Radio Inmortal.
Desperté.
No había ninguna radio en la mesilla de noche. Los restos de un té, un libro, el silencio. Pero
no olvidé el sueño, fui incapaz.
Y
soñé despierto durante días y semanas que había vuelto a mi Manderley, mi bella
casa, mi bloguniverso. Quizá este lugar haya muerto hace muchos años, pensé con tristeza, pero sigue siendo un
hermoso modo de contar historias. Y todo lo que cuenta historias está condenado
a vivir para siempre.
La
radio vive, Josito Montez vive, ha nacido este blog. Tendrá todo lo que te
gusta, porque son las cosas que yo también adoro. Será el más glamouroso que
haya escrito nunca, será el que yo quisiera leer.
Sin mayor agenda que el placer, sin mejor destino que la eternidad.
Bienvenido de nuevo a este mundo, porque de nuestras mentes y nuestros corazones nunca te has ido.
ResponderEliminarOh, Kimberly, bella como siempre, bienhallada tú.
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