lunes, 6 de abril de 2020

Maromialmente hablando: Timothée Chalamet


Cuando vi Llámame por tu nombre, la irrupción del para mí entonces desconocido Timothée Chalamet sin camiseta llamaba casi a la transgresión. No me lo podia creer: el protagonista de una película del siglo XXI, sin un atisbo de músculo. Qué osadia, qué disparate, qué refrescante.
En los tiempos en que los actores están más al bíceps que al Bardo, ahí estaba el pequeño Timothée con su anatomía escombro, muy decidido a enamorar a Armie Hammer. Nadie dudaba que lo merecía.
Porque Timothée Chalamet, además de muy delgado, es una belleza extraordinaria y uno de los intérpretes más estimulantes que han visto mis ojos en los últimos tiempos.


Llámame por tu nombre es la clave para amar a Timothée. La película es una buena adaptación de una buena novela, pero creo que no hubiese funcionado tanto sin la llave que supone este jovenzuelo. El talento se demuestra tanto masturbándose con un melocotón como sosteniendo un eterno primer plano de conmovedora conclusión.
Debía ser la novedad de su presencia, o esa buena mezcla de insolencia y sensibilidad que aparece en todas sus películas, lo vistan de época o de futuro.


Del futuro sabe, porque es joven de una manera insultante.
Allá por la temprana veintena andan sus cumpleaños y, por ello, es todo un icono de lo millenial, un caballerete nacido en los medios y con la seducción disparada hacia ellos.
Sus interpretaciones son aclamadas, pero los flashes se dirigen a sus estilismos más o menos osados, que potencian su atractivo ambiguo. ¿Qué llevará hoy Timothée?, se preguntan las revistas de moda. 


A propósito de la ambigüedad, como buen fruto de su generación, pensaba yo que, si bien ha sido un monísimo Laurie para la nueva versión de Mujercitas, también hubiese sido una ideal Jo. Si los muchachos y muchachas de la actualidad gustan de navegar entre géneros sin complejos, Hollywood no tendría por qué ser menos.


Mujercitas lo confirmaba como galán romántico y también como preclaro favorito para dramas de época. Es curioso lo moderna que es su actitud y lo antigua que resulta su apostura de principito. Cuando se deja crecer cierta sombra de bigote, me lleva a novelas francesas del siglo XIX.


Precisamente de origen francés es su familia y de ahí ese halo europeo que lo llevó a interpretar un chico italiano en Llámame por tu nombre. Su Elio no fue la única alegría que dio al cine en 2011, pero fue ese papel el que le permitió una candidatura al Oscar, premio que, por méritos, hubiese ganado de calle.
Gary Oldman, largamente ignorado por esos galardones, fue el elegido y yo suspiré de alivio. Nada peor que un Oscar demasiado pronto. Y, a estas alturas, nada peor que un Oscar.


La atención sobre el nombre del bello de Llámame por tu nombre lo apuntó en varias agendas, incluyendo la de Woody Allen. 
Dia de lluvia en Nueva York es la película más encantadora que vi el año pasado y Timothée está irresistible, pero, tristemente, la calidad del film y de las interpretaciones de su reparto ha quedado sumergida por las inacabables polémicas en torno a su director. 
Obviaré la discusión - o la emplazaré para otro momento - y me limitaré a recomendar la película. Es como Timothée: tan fresca y, a la vez, tan pasada de moda. 


Sea cual sea la combinación, lo cierto es que el seguimiento fan de Timotheé es considerable y ya se hacen llamar "chamaniacs". Sus cambiantes cortes de pelo y sus multiformas estéticas me intrigan más que sus próximos estrenos: protagonizar la nueva Dune y formar parte de la última comedia de Wes Anderson.


Esperemos que el destino sea bueno con su talento y su belleza.
Timothée parece divertirse con esto de la fama y el peliculeo. Que no pare la diversión, pues.


No hay comentarios:

Publicar un comentario